5/04/2014

CARTA A QUIÉN SABE QUIÉN


Quién sabe quién, me atrevo a escribirle estas líneas con pulso tosco, como desgarrando la hoja. Si pudiera solucionarlo con un puñetazo en la cara, lo haría, pero en vista de que soy una dama así usted, quién sabe quién, lo dude, le dedico este puñetazo de palabras, que a mi parecer cargan con más validez, que el mismo cuerpo. Y es que esta situación se me ha vuelto inaguantable, y la paciencia que antes era inagotable, me flaquea en la garganta. Me sobran las ganas de decirle un par de verdades, pero es que un par no me bastan. Y como no soy aunque usted quisiera que lo fuera, yo de su calaña; intentare ser, por demás educada. Ame usted a su mujer, antes de que otro, quien sabe quién, sepa amarla. Confíe en ella antes de creer que puede ser, por mí manipulada. Ella goza, de voluntad propia. Y aunque le cueste creer que ha abierto los ojos por sí misma, y no por otra. Esa es la verdad que a usted lo agobia. No se ahogue tratando de buscar culpables, acepte sus derrotas, en vez de estar dando patadotas para no ahogarse. Quién sabe quién, si en algo puede tener usted razón alguna, es en temer, que yo la ame a ella como ninguna. Porque mientras esto sea cierto, ella nunca estará sola. Me queda por decirle, y me rehúso: que se abstenga de nombrarme, como último recurso. Alguna otra maña más útil, ha usted de tener. Y si es verdad que es ella, de su vida la mujer, concéntrese en demostrárselo, y no la deje perder.

Con este amable consejo me despido, si la ama no se dé usted por vencido.



Y como se que es probable que le sea molesto mi escrito,  lamento decirle que lo tiene usted por demás: merecido.

MªL

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