4/28/2014

El vivo: El inconforme.


Agh, renegué con un quejido ya común cuando algo no te sale bien. Luego recordé, que en últimas, todo se me estaba dando. Y a la vida no se le puede pedir sin darle un poco. Sin perder un poco. Para ganar, hay que perder. Y hay que entender que aquellos que parecen y se sienten como huecos, en el estómago… no son huecos, sino espacios para cosas nuevas. Nuevas personas, nuevos sentimientos, nuevas experiencias.

Sí, me quejé mucho. Pero si uno se queja es síntoma de que uno está vivo, y no hay vivo satisfecho, porque al fin y al cabo, es esa inconformidad lo que hace que nos movamos. En cambio, estaríamos muertos. O peor aún: Estacionados en una, valga la redundancia, cómoda zona de confort. Jamás he preferido la comodidad. Cinco pares de tacones en mi armario, lo demuestran. Si uno quiere más de la vida, tiene que exigírselo, pero no basta con ello, hay que sacrificarse. No hablo de ser mártires, ni luchadores; esta carreta entusiasta siempre me ha parecido idealista. Se tiene que estar dispuesto a perder, sentirse mal, pasar malas rachas en el amor, el sexo, o el trabajo. Solo cuando uno se conoce en sus peores días, es que se reconoce. Y está condenado, gracias a al cielo, (o el infierno, según el caso) a reinventarse, y a vivir. Si, suene como suene, uno tiene que sentirse putamente mal, para acordarse de que está vivo.


Mejor dicho: Agh, que chimba.




MªL

4/22/2014

YO



He notado que las grandes desilusiones de mi vida, han sido en primer lugar, fundamentadas en mí, ya que por alguna razón soy una enamoradiza, que para colmo, no tiene remedio. Rápidamente crece la ilusión en mí, y tan rápido se esfuma como la vida de una mariposa. Enamoradiza, e ilusa, son dos de mis errores más comunes en cuanto a relaciones con hombres se trata. Esto me preocupa de gran manera, ya que estoy por pensar que jamás he amado realmente a alguien, y que en cambio, me he inventado todos mis amores, incluyendo aquellos en que exageré y enaltecí de tal forma que ni siendo consciente de ello, pude retractarme. Todo comienza a tener sentido, ningún ser humano es inolvidable, mucho menos irremplazable, a menos que muera, la muerte tiene ese poder misterioso de engrandecer los recuerdos de aquella persona, y sobretodo, la pone en un lugar intocable, un altarcito en el corazón. Del muerto no se puede hablar si no es para recordarlo con cosas buenas. Volviendo a donde iba, no es que no haya logrado olvidarme de él, es que no logro olvidar lo que mi mente mitómana confabuló. En ocasiones una mentira es tan hermosa, que es inevitable luchar, más aun, cuando además eres enamoradiza. Pero, si acaso esto fuera cierto, y no otra mentira más, (pajazo mental) tal vez la solución siempre estuvo en mis manos. Él no ha muerto, y a la mentira de él no la puedo matar, porque lo pondría en ese altarcito, me queda mentirme una vez más, diciéndome la verdad. Un momento, creo que esto se está volviendo confuso. Quizás sea más simple, y lo único que deba hacer, sea dejar de pensar. Exacto. Pero como hace una mitómana, ilusa y enamoradiza, para dejar de pensar? Tal vez debe pensar un poco más, y dejar de sentir.

Me tumbé en la cama mirando hacia el techo, como si el techo tuviera respuestas. Este, en cambio, hizo que me preguntara incansablemente; este, en cambio, por no ser nada más que techo, me hizo pensar, y cuando uno se da cuenta, de que se ha pasado de la hora en que no se necesita de nada para dormir, piensa en dormir, y se olvida que para dormir es necesario dejar de pensar. Si uno se pasa de esa hora, ya no se duerme hasta la madrugada, hasta la hora que no es para dormir, sino para despertar. Y en consecuencia despierta a medio día, cuando ya se ha perdido la mañana, que es clara y fresca, perfecta para encontrar respuestas. Los días cambian. Las noches se vuelven infinitas, y los días cortos, lo que quiere decir que las primeras llegan antes de tiempo. Comienzas a sufrir de algo llamado nictofobia. Y como les temes, como los niños pequeños que temen a sus pesadillas, te vuelves uno de ellos. Encoges los pies, para que no te los hale, uno de esos muertos de los que hablaba más arriba, pero más fácil te los hala un recuerdo de un vivo, que no te quiere soltar, o te patea uno que no quieres dejar ir. Te patea sin dejarte noqueado, porque la gracia es que te duela, tanto que decidas dejarlo ir.


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MªL